REFORMA
En México somos afortunados porque los desastres naturales han desaparecido por decreto presidencial. Desde el momento que López Obrador eliminó el Fondo Nacional de Desastres (Fonden), ya no tenemos este tipo de calamidades.
Al suprimir este importante fideicomiso, el ejecutivo federal, además de cometer un error monumental, desarticuló el Sistema Nacional de Protección Civil y dejó en el desamparo a miles de familias afectadas por fenómenos extremos, casi siempre, a los sectores más pobres y vulnerables.
Cuando la Comisión Nacional del Agua declaró el 12 de julio «Emergencia por sequía severa y extrema» en varios estados del norte del país, la Secretaría de Gobernación debió declarar «Desastre Natural» por la misma causa. De acuerdo a la Ley General de Protección Civil, la declaratoria procede cuando la magnitud de un «fenómeno natural perturbador» ocasiona daños que superan la capacidad de dependencias y entidades federativas.
Las sequías extremas y excepcionales en varias regiones del país, como consecuencia de la falta de lluvia el año pasado y este año, son verdaderamente un desastre natural, como puede serlo una grave inundación, o los daños por huracanes o terremotos. No declararlo es una irresponsabilidad.
El secretario de Gobernación es incapaz de declarar Desastre Natural por la sencilla razón de que ya no hay Fonden, ni reglas de operación, ni mecanismos de atención inmediata frente a las emergencias pero sobre todo, por no contradecir al presidente y no hacerle ver el grave error al eliminar este fideicomiso.
La sequía que sufre en estos momentos gran parte del territorio nacional es sin duda un reflejo directo de los efectos del Cambio Climático. Aunque existen todavía algunos gobernantes escépticos (como el nuestro), la realidad es que todos los modelos climáticos elaborados por científicos calificados del Panel Intergubernamental de Cambio Climático demuestran la gravedad del fenómeno.
Uno de los efectos inmediatos del Cambio Climático es la alteración en los ciclos hidrológicos que presentan fenómenos extremos, por un lado tormentas y huracanes mucho más intensos y por otro sequías severas, extremas y excepcionales como sucede en esta época en México y en otros países.
El mayor reto en este momento para la ciencia y los gobiernos del mundo es el combate al Cambio Climático, fundamentalmente la innovación tecnológica para la mayor eficiencia energética en la reducción de emisiones y la incorporación de energías renovables.
La crisis de abastecimiento que sufre la zona metropolitana de Monterrey debe tomarse como una llamada de atención para todo el país. La Comisión Nacional del Agua declaró «Emergencia por Sequía», pero no solo en Nuevo León, sino en varios estados del norte del país y algunos del centro. El decreto que firmó el presidente la semana pasada para reforzar el abastecimiento de agua a la Zona Metropolitana de Monterrey es tardío e incompleto; debió hacerlo para todos los estados declarados en emergencia por sequía severa y extrema. Hay en este momento miles de agricultores afectados y lo mismo por abastecimiento en varios municipios.
La crisis de agua actual y que empeorará en los próximos años, es un asunto verdaderamente urgente que debe obligar al gobierno a declararlo como «Seguridad Nacional». No la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya, este último declarado como de seguridad nacional únicamente para incumplir las obligaciones legales, lo que representa una burla para el Poder Judicial y para la sociedad en general. Asunto de Seguridad Nacional pero no solo por la crisis temporal en Monterrey sino para la sustentabilidad de todo el país.
El agua en el planeta es muy abundante pero el agua dulce disponible, tanto superficial como subterránea, apenas llega al 1% del volumen total. Si bien es cierto que la desalinización es un proceso técnicamente superado y es de hecho una fuente de abastecimiento segura para muchas regiones litorales, la pérdida del agua dulce disponible implica la desaparición de los ecosistemas asociados.
Los glaciares sobre las grandes montañas que desaparecen no los volveremos a ver, lo mismo que los bosques, selvas y áreas verdes en el entorno de acuíferos, ríos y lagos, como lamentablemente está sucediendo ya en nuestro país.
Si México en la década de los sesenta fue considerado un país de «alta disponibilidad» de agua, hoy está clasificado entre los países de «baja disponibili dad». Ciertamente el factor está asociado al crecimiento de la población y a la demanda pero también al uso ineficiente e irracional.
Es imprescindible además de declarar el agua como asunto de Seguridad Nacional para todo el país, retomar una Agenda del Agua ahora 2050, con visión de cuenca como una hoja de ruta con las acciones y proyectos de largo alcance. Tecnificar al máximo el riego agrícola y la correcta selección de cultivos.
Lograr la máxima eficiencia y tecnificación en los organismos operadores de agua municipales. Tratar el 100% de las aguas residuales y reutilizar en riego agrícola y servicios municipales el mayor porcentaje posible.
Lo más importante, la educación en una cultura de uso responsable del agua desde el hogar y la escuela. Si desde pequeños aprendemos a cuidar el agua, lograremos el objetivo del uso sustentable.
El autor es presidente de Ciudad Posible.