Independientemente de quien “gane” o pierda en las elecciones del próximo domingo, donde todo augura que Morena sumará de cuatro a cinco gubernaturas para cerrar con 22 o 23 hacia 2024, el gran tema es si con ello México estará mejor o peor.
Para los cuatroteros, seguramente será la culminación de su estrategia para conservar el poder presidencial en 2024 como lo augura la calificadora Moody’s, que recientemente ve a México como un paraíso y hasta le conservó grado de inversión y le “aumentó” a 1.8 la expectativa de crecimiento del PIB.
La forma como alcance esa meta el actual régimen del ganso es fundamental, pero lo peor para el país es el fondo, ya que, si bien los métodos empleados por Morena son el evidente chantaje a políticos, empresarios, líderes sociales, campesinos y obreros, la amenaza cumplida, el uso faccioso del poder para combatir a “sus enemigos”, incluyendo el sometimiento del Congreso federal y la Suprema Corte de Justicia del Nación.
Instrumentos todos ellos también utilizados para golpear a instituciones públicas autónomas incluso con el grosero recorte presupuestal que limita su operación como son el caso de los institutos nacional y locales electorales.
De tal suerte que un mesías tropical que llegó por la vía democrática, destruye todo el andamiaje que lo encumbró por la vía electoral libre al poder, para intentar sostenerse ahí con simulaciones que operarán desde los gobiernos estatales, la mayoría de ellos bajo su férula y otros sometidos como ocurre, por ejemplo, con Hidalgo y Oaxaca.
Pero las malas noticias desafortunadamente son muchas ya que, por un lado, es evidente la complicidad del crimen organizado en las decisiones “democráticas” donde el secuestro de candidatos, operadores de oposición y de urnas, están comprobados, en tanto que la imposición de aspirantes a gobiernos, municipios y legisladores, se confunden entre lo político y lo delincuencial.
Y no se trata de las violaciones a la ley que cometen los servidores públicos metidos a promotores del voto en favor de Morena y el evidente uso de recursos para comprar sufragios, sino la participación directa de dinero y elementos del crimen organizado, como ocurrió en Tamaulipas con el ajusticiado Sergio Carmona Angulo en una barbería de San Pedro Garza García y cuyo asesinato aún no se sabe si fue ordenado por el “centro” o por alguno de sus cómplices.
Se sabe por testimonios posesiones y fotografía que este personaje investigado por el FBI y asesinado el 22 de noviembre pasado financió campañas de Morena. Al menos eso no fue desmentido por el presidente de ese partido, Mario Delgado.
El caso es que, tras Morena, como dice la senadora Lilly Téllez, está la mano del crimen organizado del cual asegura la legisladora, el partido es su brazo político.
Incluso el trato preferencial del ganso a los criminales en el discurso y en persona, es evidente, tanto que hay que cuidar sus vidas y reconocer a sus integrantes como personas emprendedoras, buenas y productivas, amén de que, con la puesta en moda del fentanilo en el mundo de las drogas, debemos tenerles conmiseración pues con ello caerán los cultivos de amapola y mariguana “y de qué van a vivir”. Pobrecitos.
Pero no se preocupó igual por los habitantes de la zona caliente de Michoacán o montaña de Guerrero que además de pobres, están sojuzgados por grupos delincuenciales que deciden sobre vidas, haciendas y producciones.
Tampoco se conduele el caudillo por las víctimas directas e indirectas de los ya 122 mil homicidios registrados durante su administración, ni mucho menos por los desaparecidos incluyendo mujeres y niños.
Frente a este panorama en que más de la tercera parte del país está contralado por la delincuencia según el Departamento de Estado de Estados Unidos con información de sus agencias de seguridad, especialmente DEA y FBI, y de que la infiltración criminal llega a esferas de los diversos niveles de gobierno, lo económico que va mal lo mismo que salud, pasan a segundo término.
El punto es que además de convertir a México en un país en quiebra, en manos de quién está el poder real, si se toma en cuenta que los fácticos tomaron rostro político y controlan no sólo por las armas sino administrativamente gobiernos como se asegura ocurren en Sonora, Sinaloa, Michoacán, Guerrero., Colima, Jalisco y Oaxaca. Así como presencia evidente en Estado de México, Chiapas, Veracruz, Tamaulipas, Guanajuato y Chihuahua.
¿Qué país nos dejará Morena cuando se vaya? Ese es el gran temor y por eso insisto:
Un voto por Morena es un voto contra México.