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Las grotescas imágenes que surgen del suburbio de Bucha en Kyiv son algunas de las evidencias más sólidas hasta el momento de lo que parecen ser crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas en Ucrania: civiles muertos en la calle, algunos con las manos atadas y baleados al estilo de una ejecución, otros acribillados aparentemente al azar.
Para quien haya seguido el estilo bélico del presidente de, Rusia Vladimir Putin, este es un patrón deprimentemente familiar. El Ejército de Rusia tiene una cultura de brutalidad y desprecio por las leyes de los conflictos armados, ampliamente documentada.
“La historia de las intervenciones militares de Rusia, ya sea en Ucrania o Siria, o su campaña militar en Chechenia, está teñida de un flagrante desprecio por el derecho internacional humanitario”, afirmó Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.
«El ejército ruso burló repetidamente las leyes de la guerra al no proteger a los civiles e incluso atacarlos directamente. Las fuerzas rusas lanzaron ataques indiscriminados, usaron armas prohibidas y, en ocasiones, al parecer atacaron deliberadamente a civiles y objetivos civiles: un crimen de guerra».
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