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Chihuahua cierra el 2024 con una cifra que hiela la sangre: 427 asesinatos registrados en lo que va del año. Una estadística que deja de ser un simple número cuando se piensa en las vidas truncadas, las familias devastadas y el miedo que impregna cada rincón de la ciudad. Lejos de ser una tendencia pasajera, esta escalada de violencia se ha convertido en un cruel reflejo de una realidad que parece no tener fin.
Mientras los discursos oficiales hablan de estrategias y promesas de seguridad, las calles cuentan otra historia: ajustes de cuentas, balaceras y cadáveres abandonados se han vuelto parte del paisaje urbano. Chihuahua, una ciudad con un potencial enorme, sigue siendo rehén de una ola de violencia que no discrimina entre edades, géneros o contextos. Los 427 asesinatos no solo son un número, sino un grito de auxilio que exige respuestas contundentes, porque cada víctima representa un fracaso colectivo de la sociedad y sus instituciones.