La columna

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POR CARLOS JARAMILLO VELA

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Los constantes decomisos contra el llamado negocio de huachicoleo -robo de combustible y petróleo-, que ha realizado el gobierno de la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, han sido consecuencia de la presión que el presidente estadounidense, Donald Trump, y su administración, están haciendo hacia nuestro país, en todos los aspectos relacionados con la inseguridad. Esto es cierto, pero también es igualmente verdadero que el huachicoleo así como el lavado bancario de dinero son un reflejo de la expansión de la corrupción en México. La ilegalidad, el fraude y el robo han prostituido a ciertos sectores de la iniciativa privada y del servicio público, conduciendo a una descomposición moral que que nos descalifica como país. Desde varios puntos de vista México no es seguro ni confiable para quienes aquí nacimos y vivimos, como tampoco lo es para muchos extranjeros.

 

Estas circunstancias, entre otras, han contribuido al deterioro de la imagen de nuestro país en el escenario internacional. La problemática de inseguridad, derivada de la actividad delincuencial organizada, provocó un nivel de ingobernabilidad que nunca habíamos visto en México. Los medios de comunicación y un amplio sector de la opinión pública han señalado reiteradamente como responsables de tal situación al expresidente Andrés Manuel López Obrador y algunos políticos cercanos a él, pues su gobierno fue proclive a la tolerancia y permisividad hacia los excesos cometidos por agrupaciones que operan al margen de la ley. Los dejaron actuar, crecer y extenderse. Incluso, los hijos del exmandatario han sido acusados de participar en diversos negocios turbios. El resultado de todo ello fue la pérdida de la gobernanza. López Obrador y Morena permitieron que la seguridad y el control del país se les fueran de las manos. Esto es una verdad inocultable, lo saben ellos, lo conocemos todos los mexicanos, y también lo sabe el mundo entero.

 

Sin embargo, la desatrosa gestión gubernamental y el desorden social que Andrés Manuel López Obrador dejó a su paso por la presidencia, no fueron resultado de su ineptitud y sus limitaciones personales. Fueron producto de la inmoral conducta de un hombre que llegó a la presidencia de nuestra República no con la intención de gobernar y servir al país y sus habitantes, sino con el propósito de dirigir y fortalecer al movimiento político y la oligarquía que él creó, y de los que se siente más orgulloso que de su patria. Con sus hechos, López Obrador nos demostró que para él ni la patria ni los pobres son primero. La realidad actual nos obliga a reconocer que tuvieron sobrada razón quienes siempre afirmaron que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México. Hoy lo podemos constatar; la inseguridad, el huachicol y otras calamidades que estamos sufriendo son muestra de ello.

carloshjaramillovela@yahoo.com

Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua, A.C

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