Como bien le había comentado estimado lector en el cierre de la parte anterior, en este último tramo de esta historia hablaremos de Taiwán. Un país que había venido creciendo ya desde hace algún tiempo y que se convirtió para la época en uno de los así llamados siete tigres asiáticos.
Al contrario de Japón, los taiwaneses precavidamente decidieron que no querían que los estadounidenses los aplastaran impidiéndoles la financiación por tratar de competir con ellos. Mas sin embargo deseaban parte de ese multimillonario pastel y con una visión muy estratégica optaron por enviar estudiantes a Norteamérica para que desde luego aprendieran todo lo requerido en la fabricación los así llamados chips. Y no solo eso, ya que su vecino más cercano (China) que también se estaba volviendo rico, contaba con una sombra de reconquista sobre ellos. Es entonces que construyendo estas fabs para la elaboración de semiconductores no solo entrarían en el negocio de estos, pero también entrarían bajo el paraguas militar estadounidense quienes se asegurarían de que el suministro fuse fluido y constante.
Al pasar de los años China quien se había vuelto la fábrica del mundo, comenzó a orquestar planes quinquenales con los cuales pasarían de ser una economía solo de producción y distribución de productos a una donde estos aparatos de bienes tan sofisticados no solo fueran fabricados ahí, sino que también fuesen diseñados, por lo que con máquinas y tecnología del tío Sam emprendieron en la confección de sus propios semiconductores. Pero como para los chinos no existen las leyes, ni reglas de protección a los derechos de propiedad intelectual, se propusieron dar ingeniería inversa a todo cuanto pudieron. Copiando, trabajando y mejorando todos y cada uno de los productos que se han maquilado en su país, incluidos los semiconductores. Y semiconductores como bien comentamos anteriormente significan no solo celulares, si no tabletas, computadoras, automóviles y armas para imponer más presión sobre su propia área de influencia en la región y desde luego que a los Estados Unidos no les agrado que los chinos los estuviesen alcanzando económicamente y menos que utilizaran su propia tecnología para mejorar su industria armamentística. Por lo cual el presidente Joe Biden prohibió la venta de insumos necesarios por parte de compañías estadounidenses para que China alimentase su maquinaria de microchips y también acordó con sus aliados la venta de máquinas tan especializadas como los láseres tan especiales de fabricación en los países bajos y que permite incrustar muchos más interruptores en una pieza de silicón a un nivel casi nanoscopico. En definitiva, quien gane la carrera de los semiconductores ganará la carrera de la inteligencia artificial y continuará con la predominancia en el mundo o será su nuevo mandamás.
En conclusión, los Estados Unidos temen que China pudiese invadir Taiwán para 2024 o 2025 dejando así a las cadenas de suministro sin este valioso recurso. Es por esto por lo que gran parte de la producción de esta tecnología vital será movida a Norteamérica. México incluido; a la espera de que China lance su ataque que se prevé pueda ser durante las elecciones norteamericanas en una situación donde el país
pudiese estar más distraído y dividido de lo normal, dado los últimos acontecimientos en la política del país de las barras y las estrellas.