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Para 2050, el cambio climático puede empujar a 158 millones más de mujeres y niñas a la pobreza y hacer que 236 millones más enfrenten inseguridad alimentaria. La crisis climática alimenta el aumento de los conflictos y la migración, así como la retórica política excluyente y antiderechos dirigida a las mujeres, los refugiados y otros grupos vulnerables.

Esas terribles tendencias (y las formas de revertirlas) se describen en un nuevo informe de ONU Mujerestitulado Justicia climática feminista: un marco para la acción.

El informe muestra cómo las crisis en todo el mundo, que van desde la desigualdad económica hasta el estancamiento geopolítico, se ven amplificadas por el cambio climático y tienen impactos desproporcionados en las mujeres y las niñas. Pide además una visión clara de la justicia climática feminista que integre los derechos de las mujeres en la lucha global contra la catástrofe ambiental.

La visión de la justicia climática feminista es un mundo en el que todas las personas puedan disfrutar de todos los derechos humanos, libres de discriminación y prosperar en un planeta saludable y sostenible.

Asimismo, señala que las mujeres y niñas de todo el mundo han estado a la vanguardia del activismo climático y han utilizado una variedad de métodos para proteger el medio ambiente y rechazar proyectos de extracción dañinos. Las agricultoras también han formado cooperativas y grupos para compartir sus cargas de trabajo y aumentar su productividad e ingresos.

Para revertir el cambio climático, señala la ONU, será necesario alejar los recursos de las actividades extractivas y dañinas para el medio ambiente y acercarlos a aquellas que prioricen el cuidado de las personas y el planeta, dice el informe.

Las políticas deben garantizar que una transición hacia una economía verde contribuya al acceso de las mujeres a oportunidades de empleo, tierras, educación y tecnología. Los sistemas de protección social financiados con fondos públicos deberían apoyar el bienestar económico y social de las mujeres y las niñas y su resiliencia ante los cambios climáticos.

Por ejemplo, los programas de alimentación escolares no sólo pueden aliviar parte del trabajo de cuidado no remunerado de las mujeres al proporcionar alimentos nutritivos a los niños, sino que también pueden apoyar aún más la política climática feminista al obtener comidas de mujeres agricultoras de pequeña escala y respetuosas con el medio ambiente.

Por ello, las mujeres deben integrarse en la formulación de políticas ambientales en todos los niveles.

Por AL PE

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