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Ahora resulta que el licenciado en Derecho, exalcalde por el PRI, excandidato a diputado federal por Morena y autoproclamado “Chapulín No. 1”, Marco Quezada, se nos destapó como economista de ocasión.
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Muy indignado, subió un video a sus redes sociales para criticar a la actual administración municipal, asegurando que Marco Bonilla “tiene exceso de presupuesto y no ha hecho nada”, mientras que en su gestión —según él— “hizo mucho con la mitad del dinero”. Qué conveniente memoria.
El exalcalde compara cifras de dos épocas totalmente distintas: asegura que Bonilla manejó 18 mil millones de pesos entre 2021 y 2024, mientras que él tuvo 11 mil millones entre 2010 y 2013. Hasta ahí, podría parecer una observación razonable… si no fuera porque olvida un pequeño detalle: la inflación.
Resulta que los precios de insumos, materiales y servicios no cuestan lo mismo en 2025 que en 2010, y eso cualquier ciudadano con ticket del súper lo entiende mejor que este improvisado economista. En quince años, la inflación acumulada ronda el 65%, lo que significa que las obras que Quezada presume haber hecho por 400 millones hoy costarían casi 800 millones de pesos.
Pero eso no lo dice, claro. Prefiere jugar al mago financiero, comparando manzanas de hace tres sexenios con peras de la era postpandemia. Quezada cuestiona el crédito de 395 millones de pesos para la gaza del Periférico de la Juventud y Canal, pero omite que los costos de materiales como el acero, el concreto y la mano de obra se dispararon tras 2019, primero por la incertidumbre política y luego por la crisis mundial derivada del Covid-19.
En resumen: no se puede comparar el Chihuahua de 2010 con el de 2025, ni en economía ni en contexto. Si tanto presume de hacer más con menos, que haga el ejercicio básico de ver cuánto costaba el kilo de tortilla, la gasolina o una tonelada de cemento hace quince años. Quizá entonces entenderá que no todo se mide con discursos, sino con datos.
Mientras tanto, el “Chapulín No. 1” sigue saltando de partido en partido y ahora también de cálculo en cálculo, intentando reescribir la historia con la misma ligereza con la que cambia de camiseta política.
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