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Hoy cobra vigencia el dicho de Joseph de Maistre “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”. La sentencia es incontrovertible luego de las elecciones del pasado domingo en el Estado de México donde menos del 50 por ciento de sus 12 millones de electores acudieron a las urnas y en la sumatoria de Morena, Verde y Partido del Trabajo, se impusieron a la coalición de PAN, PRI, PRD que fincaba sus esperanzas en una votación copiosa. La gente no respondió.

Y así, los mexiquenses incluyendo sus clases medias y quienes afirman en los cafés y cantinas repudiar al ganso de Macuspana, tendremos el gobierno que nos merecemos, encabezado por la probadamente incapaz Delfina Gómez pero manejada por los corruptazos Higinio Martínez y Horacio Duarte, dueños del cártel de Texcoco.

Lo peor es que el panorama no se compondrá y a la frase de arriba se sumará una más lapidaria de otro francés pero más moderno Andrés Malraux: “… No es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen sino que la gente tiene los gobiernos que se le parecen” lo cual es peor pues aceptamos uno de lo más mediocre, mentiroso y ratero.

No importa quien llegue en el 2024, se impondrá por lo que vemos la aplanadora conformada por Morena y sus rémoras quienes sorprendieron en el Estado de México mientras que en la coalición el PAN fue decepcionante, incapaz de aumenta su más reciente participación, convocar al llamado corredor azúl y menos aún a las clases medias mexiquenses. El PRI contó con sus estructuras, pero se vio que queda corto y hoy sin el gobierno quien sabe si esa tramazón subsista.

Pero más allá de esos grupos políticos con dirigencias con fama de (actual) de convenencieros y corruptos está la pregunta de si ¿Es necesario que nos convenzan de acudir a cumplir con un deber ciudadano para definir quiénes queremos que nos gobiernen? Yo creo no.

La sociedad está obligada a buscar opciones más allá de la conveniencia cercana. No votamos sólo para hoy sino también para mañana. Siempre hablamos y los políticos más de qué país deseamos dejarle a nuestro hijos o nietos y en los hechos nos respondemos que el peor.

Así pasó con Enrique Peña Nieto, con el mismo Vicente Fox productos de marketing y al final resultaron un fiasco, aunque no tan severo como es el mesías tropical. Nos quejamos de una clase política donde “todos son iguales”, pero en realidad unos son peores que otros;

Unos “dejan algo bueno” en instituciones, salud, educación, seguridad o economía, otros sólo destrucción y retroceso, De hecho nosotros somos quienes construimos y encumbramos a los políticos, esa especie de sujetos para quienes la ideología, los principios y la moral cambian de color según la conveniencia, a su “talento” para abandonar una nave y subirse a otra que les garantice longevidad en el presupuesto con la falsa premisa de “servir al pueblo”.

Ya sabemos que mienten y justifican por cualquier razón mentirosa sus saltos de un lado a otro aunque la sociedad, nosotros el pueblo bueno, sabio, fifí, aspiracionista, conservador o liberal pagamos las consecuencias, esas que no se cubren con una dádiva, la limosna populista que socializa la pobreza y hunde servicios, pero da pan y circo en las plazas públicas o programas clientelares. Otros nos volvemos pasivos y quejumbrosos pero no actuamos.

Los resultados en Coahuila y Estado de México nos dicen cosas que como sociedad podríamos entender pero para actuar no para quejarnos. En la sumatoria Morena no es ya la aplanadora de hace cinco años: en ambos estados el partido oficial y sus aliados alcanzaron tres millones 548 mil votos, la coalición alcanzó tres millones 494 mil votos, es decir la diferencia apenas supera el uno por ciento.

Si del Congreso federal se tratara, Morena y rémoras apenas alcanzarían la mayoría simple, no le daría la suma para modificaciones constitucionales con todo y que algunos de los desventurados chapulines cambien de banco comprados con dinero, favores, chantajes o amenazas incluyendo las temidas carpetas de investigación que son el “mejor” método del caudillo para doblar enemigos o adquirir simpatizantes.

Porque si bien en el Estado de México Morena sumó tres millones 268 mil votos frente a los dos millones 752 mil de la Alianza PRI-PAN-PRD, sin el verde y PT, el partido del tlatoani tabasqueño no hubiera ganado.

Eso de seguro no tiene contento al emperador de Macuspana quien a estas alturas no sólo “festeja” a medias sino también les mostró su preocupación a unas corcholatas que ya se ven en la silla grande porque si por casualidad sale por ahí un candidato opositor regularmente atractivo pero que mueva a los inconformes o a quienes casi no votan, les puede dar un buen susto.

Pero obvio no será por la cara bonita de los partidos que está tan sucia como la de Morena (bueno quien sabe) sino por el hartazgo como ocurrió hace cinco años cuando se le entregó el gobierno a un renegado del PRI.

Por eso la pregunta es para los ciudadanos ¿Lo merecemos? Yo creo que no.

Por AL PE

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